La dehesa se diferencia de otros sistemas agrarios o agroforestales por su elevado grado de diversidad, tanto desde el punto de vista biogeográfico como económico (Figura 1). Además es relicto de un gran número de especies amenazadas o en peligro de extinción. Otros motivos en los que reside la gran importancia ecológica, económica, social y cultura de las dehesas son:
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Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, el equilibrio económico y ecológico que suponen las dehesas tradicionales, se ha alterado fuertemente a partir de los años sesenta, debido a la mecanización del campo, lo que supone de dependencia exterior de energía y pérdida de valor del ganado de labor; la emigración rural hacia los centros industriales y el consiguiente encarecimiento de la mano de obra, y pérdida de la cultura agraria tradicional; la generalización del uso del petróleo y sus derivados como fuentes de energía doméstica, que ha desencadenado la proliferación de matorral en grandes áreas tradicionalmente utilizadas para producir carbón vegetal; la repercusión de la peste porcina en la ganadería extensiva del cerdo ibérico; la decadencia de la trashumancia; un incremento en la demanda de carnes de ave y de cerdo precoz en nuestros hábitos alimenticios, en detrimento de la producida en las propias dehesas.
Paradójicamente, este abandono y esta pérdida de los valores que representan las dehesas, tanto económicos como naturalísticos, paisajísticos y culturales, tienen lugar en un momento en el que desde otros países se aboga por el uso de la moderna selvicultura tridimensional, básicamente similar al concepto de explotación múltiple de estos sistemas.
Diversas fuentes coinciden en que la conservación de la dehesa pasa, entre otras medidas, por:
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La producción de cerdo ibérico data de épocas muy remotas. En el imperio romano los jamones de Hispania gozaban de reconocida fama e incluso, bajo la dominación árabe, a pesar de las limitaciones de tipo religiosos, los carniceros de Córdoba, durante el Califato, podían vender carne de cerdo castrado. Tradicionalmente la explotación del cerdo ibérico se extendía por toda la España seca aunque a lo largo de la historia, sobre todo en el último siglo, un conjunto de factores socioeconómicos, políticos, técnicos y sanitarios restringieron inevitablemente su área de producción al ecosistema ibérico de la dehesa.
Las condiciones edafoclimatológicas del ecosistema ofrecen al cerdo ibérico los siguientes recursos pastables:
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La evolución del censo de cerdas de vientre del tipo Ibérico (Figura 2) ha seguido una trayectoria paralela a la de la alteración del equilibrio ecológico de las dehesas tradicionales, pasando de una disminución desde el año 1950 al 1980 a una tendencia a la recuperación censal en la actualidad.
Esta recuperación censal ha sido determinada por una serie de fenómenos como:
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El cerdo ibérico, pues, cumple un papel fundamental en la conservación del ecosistema de la dehesa al permitir la obtención de productos de calidad cada vez más apreciados en los mercados y al satisfacer, además, la demanda de productos naturales y ecológicos el consumo de los cuales ha aumentado en los últimos años.
Pilar Cortés Gimeno. Licenciada en biología y doctorada en ecología. España ()